Casi el 20% de los recién nacidos pueden nacer con una obstrucción leve o estenosis del conducto lacrimal (obstrucción congénita del conducto lacrimal), pero generalmente se resuelve por sí sola durante el primer año de vida.
En consecuencia, las lágrimas que protegen el ojo (se
producen continuamente lagrimas con ese
fin protector e hidratante de la conjuntiva) ya no drenan libremente por
el conducto que va desde el interior del
ojo a la
nariz, se acumulan y
sobreinfectan y pronto aparece
una secreción purulenta: la conjuntivitis del recién nacido.
Para evitarlo ,
es necesario :
1º- Que humedezcamos los ojos con mucha frecuencia, cuando detectemos esas legañas.
Los lavaremos con suero fisiológico monodosis, a chorro, procurando hacerlo
siempre desde dentro hacia el exterior del ojo. También podemos ayudarnos con una gasita estéril (una gasa para cada
ojo) empapada con suero, para retirar las secreciones del ojo.
2º- Los masajes en el ángulo interno del ojo afectado
favorecen el drenaje del conducto lagrimal. Antes de empezar, debemos lavarnos bien las manos con agua y jabón, y comprobar
que no quede suciedad en las
uñas. Luego, colocamos nuestro dedo índice en la zona donde se une el lagrimal
con la nariz y masajeamos despacito hacia abajo, varias veces al día.
Evolución:
Con los cuidados
antes descritos , generalmente en unas semanas en la mayoría de las ocasiones,
el proceso se resuelve solo, y no es
necesario utilizar colirios
con antibiótico. Sin embargo, si
el bebé tiene más de 8-9 meses y sigue lagrimeando, es decir
persiste el conducto obstruido es posible que el Oftalmólogo
decida dilatar y desobstruir el
conducto naso-lacrimal: la operación es muy sencilla y se hace con sedación y un colirio anestésico.